La superstición del divorcio by G. K. Chesterton

La superstición del divorcio by G. K. Chesterton

autor:G. K. Chesterton [Chesterton, G. K.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 1920-01-01T00:00:00+00:00


IV

LAS TRAGEDIAS DEL MATRIMONIO

EXISTE una opinión muy común entre los de ideas liberales, extremadamente cansina para los de ideas cabales. La representa aquel que dice: «Estos fanáticos despiadados se niegan a enterrarme en tierra consagrada, porque yo siempre me he negado a bautizarme». La persona cabal puede entender fácilmente su punto de vista, en cuanto a que opina que el bautismo no importa. Pero el cabal no entenderá nada cuando se pregunte por qué, si piensa que el bautismo no importa, piensa que la sepultura sí. Si no es imprudente mantenerse lejos de una fuente consagrada, ¿cómo puede ser inhumano que otros lo mantengan lejos de un campo consagrado? Tiene que estar mucho más cerca de la superstición dar más importancia a lo que le hagan a un cuerpo muerto que a un bebé vivo. Entiendo al que considere superstición las dos cosas, o sagradas las dos; pero no entiendo al que se queja de que los demás no le den como cosa sagrada lo que él considera superstición. Sólo está quejándose de que los demás lo traten como lo que él se declara. Es como si alguien dijera: «Mis perseguidores se niegan maliciosamente a hacerme rey porque soy republicano. —O—, Estos brutos sin corazón me tienen tanta manía como abstemio, que se niegan a darme una copa de brandy».

La moda del divorcio no sería moda si no estuviera llena de esta conmovedora falacia. En gran parte, se podría resumir como un apetito ilógico y fanático por casarse en una iglesia. Es como el que practica la poligamia sólo porque le pirra la tarta nupcial. O el que consigue zapatos para toda la familia aprovechando los que le atan al coche antes de que se marche con su flamante esposa. Hay otras maneras de comer tarta o de conseguir zapatos; hay otras maneras de establecer un hogar. Lo que no es razonable es lo que le pide el hombre moderno a las instituciones religiosas de sus abuelos. El hombre moderno quiere comprar sólo un zapato, obtener media revelación sobrenatural, estar en misa y repicando.

No estoy basando este libro en el argumento religioso; y por eso no me detendré para preguntar por qué las viejas instituciones católicas parecen ser especial objeto de estas quejas poco razonables. De hecho, nadie propone que un feroz antisemita como M. Drumont[25] sea enterrado como judío, con todo el ritual de la sinagoga. Pero los tolerantes estaban furiosos porque Tolstoi, que tan ferozmente había censurado a la ortodoxia rusa, no fue enterrado como ortodoxo, con todos los ritos de la Iglesia rusa. Nadie insiste en que el que quiera cincuenta esposas, cuando la religión de Mahoma permite cinco, tenga las cincuenta con el visto bueno de la religión de Mahoma. Pero los tolerantes se enfadan mucho porque a un cristiano que quiere tener varias esposas, cuando por voluntad propia se comprometió con una, no lo dejan romper su voto en el mismo altar donde lo hizo. Nadie se empeña en que los bautistas sumerjan totalmente a personas que niegan las ventajas de la inmersión total.



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